Gatita sin hogar, preñada, con hernia diafragmática
Entrar a quirófano con un animal nos causa distintos sentimientos: alegría, estrés, preocupación, emoción... y algunas veces tenemos que tomar decisiones de si lo correcto es operar de inmediato o si podemos evitar la cirugía.
Esta noche los cuatro compañeros que tuvimos que decidir que hacer con la gatita que nuestra amiga Lola había conseguido capturar estuvimos de acuerdo: lo intentamos ahora mismo.
Nuestra paciente es una gatita callejera que hace tiempo que respira muy mal. La pobre ha llegado en una jaula trampa con un stress que nos ha obligado a sedarla para su examen. Después de auscultarla vimos imprescindible hacerle una radiografía y ésta fue totalmente diagnóstica: su abdomen estaba ocupado por un útero grávido con cuatro fetos, y la gran mayoría de las visceras abdominales estaban en el torax.
En medicina, la palabra hernia la usamos para designar la protusión de un órgano fuera de la cavidad en que se aloja normalmente. La ecografía concluyó que no había latido fetal y que el diafragma (el músculo que separa torax y abdomen) había sido atravesado por gran cantidad de asas intestinales, lóbulos hepáticos, pancreas, riñón... Bueno, supongo que todos podemos imaginarnos lo incómodo que tiene que ser tener el corazón y los pulmones aprisionado por los vecinos abdominales.
Lo dicho, hemos practicado la ovariohisterectomía y hemos ido colocando cada órgano en su sitio. Cerramos el diafagma y reponemos el vacío en la cavida torácica para que el animal pueda volver a respirar de un modo autónomo, cosa que ha hecho casi de inmediato.
Ya una vez cerrado y recuperándose el animal aprovechamos para valorar el trabajo y llegamos a conclusiones como que no podríamos habernos embarcado en algo así sin nuestra máquina de anestesia inhalatoria, la monitorización del animal y el resto de material quirúrgico. Yo, ahora, estoy pensando que a esa lista hay que añadir: los cursos de formación a los que asistimos (en especial los de JG en Alicante), la capacidad de trabajo de mis compañeros a esas horas y, por supuesto, la existencia de clientes como Lola y pacientes como esta gatita que, por no tener, no tiene ni nombre, y a la que desde aquí le deseamos lo mejor.